LEEMOS: EL PROBLEMA DE AÑÁ.
El problema de Añá, el demonio guaraní, es que pasa
demasiado tiempo espiando lo que hacen los demás en vez de preocuparse por sus
cosas.
Yo les cuento lo que pasó un día.
Después ustedes dirán.
Resulta que el dios de la creación que se llama Tupá y es un
dios muy laborioso había hecho ya la tierra, el agua y el cielo. Con barro
había modelado al dorado, la cotorra, el zorro, el yaguareté, los coatíes y los
monitos con piojos. Las chicharras y las vinchucas. Los árboles, los yuyos y
las flores.
Y estaba Tupá sentado en la margen de un río disfrutando de
su creación, supongo, cuando de nuevo le dieron unas ganas tremendas de hacer
algo.
Raspó entonces un montoncito de barro de la orilla. Un
poquito nomás.
“¿¡Otra vez!?”, pensó Añá que lo espiaba de cerca como de
costumbre.
Sí, otra vez. Tupá era de esa manera. No podía estar quieto.
Y en esta oportunidad tenía en mente algo muy especial.
Amasó la arcilla hasta que le pasó el calor de sus manos. Y
siguió amasando hasta que logró una consistencia suave y lisa. Después anduvo
un buen rato mirando el paisaje para elegir un color. Tupá quería que esa nueva
criatura fuera una joyita entre sus creaciones. Por eso, mezcló la masa tibia
con todos los colores que pudo encontrar: verde, violeta, ocre, rojo, amarillo,
azul. No satisfecho todavía, espero al atardecer hasta que los rayos del sol
tuvieran la intensidad indicada.
Tomó entonces los últimos haces de luz, y los untó sobre el
terroncito coloreado para que emitiera reflejos. Ese día, Tupá estaba muy
inspirado.
Contento por el tornasol, modeló la masa con delicadeza. La
criatura que había imaginado le exigía, aun a sus manos habilidosas, mucha
dedicación.
A todo esto, Añá no perdía detalle. Había aprovechado la
concentración de Tupá para treparse con sigilo al sauce que le hacía sombra al
dios. Desde ahí, podía ver hasta cómo fruncía el ceño y sacaba la punta de la
lengua mientras modelaba.
Tupá dio por terminada su obra y abrió las manos para
mostrarla al mundo. Después se la acercó a la boca y sopló con suavidad. El pájaro
mosca, animalito al que los guaraníes llaman mainumbí, aleteó con gracia
y voló.
Tupá había creado el colibrí. Más que satisfecho, se alejó
silbando un chamamé. Que todavía no había creado, pero ya se le estaba ocurriendo.
Añá, de envidia, casi se cae del árbol.
Muerto de celos, se dijo que él no sería menos. Ya le mostraría
al engreído de Tupá de lo que era capaz.
Se bajó del sauce mascullando y caminó hasta el río. Manoteó
un mazacote de arcilla. El de Tupá había sido solo un montoncito, era cierto,
pero la de él sería una criatura mucho más grandiosa.
Apretó entonces la arcilla con sus manos llenas de callos.
Parte del barro se le escurrió entre los dedos. Amasó al tuntún, atolondrado
por la rabia que le producía el recuerdo del colibrí aleteando entre las
flores.
La arcilla todavía le pegoteaba las manos cuando Añá decidió
que había llegado el momento de colorearla. Sin detenerse a elegir, echó mano
del primer color que encontró que fue el verde de las algas del río, y lo
mezcló con el marrón rojizo del barro.
Acá tengo que reconocer algo: lo que Añá siempre tuvo de
bueno es la memoria. Eso sí. Recordó sin problema que, después de colorear Tupá
había untado la figura con rayos de luz. Pero a esa altura el sol se había
escondido. “No importa”, se dijo el demonio. Para él esas eran tan solo
fanfarronerías de poeta.
Con dedos torpes, modeló el matete coloreado copiando los
movimientos que le había visto hacer a Tupá. Y sin saber bien para qué, sacó la
lengua y frunció el ceño. Por las dudas.
Lo que tocaba ahora era el soplido. El demonio sopló tan
fuerte que le aplanó la cara y le estiró la cara y le estiró la cara al bodoque
que había modelado.
“No importa”, se volvió a decir, después vería como lo
arreglaba. Lo que él quería ver YA era cómo su obra volaba.
Y lo digo, aunque no haga falta decirlo: la criatura no
voló.
Añá creyó entonces que sería bueno darle un impulso, y, por
eso, el bruto la lanzó al aire. El animalito dibujó un arco y, con un ruido
húmedo y pesado, se aplastó contra el suelo.
Era casi de noche. Igual Añá llegó a ver al curucú,
como le dicen lo guaraníes, alejándose de él a los saltos.
En vez de copiar un picaflor, el demonio había creado al
sapo.
Tal vez ahora alguno sienta pena por el animalito. No les dé
pena, les digo. Grande fue su destino entre los guaraníes, aunque eso lo cuente
otra leyenda. Fue el sapo el que, en su bocota, guardó el fuego salvándolo del
diluvio. Per su creador nunca se enteró de eso. Y por qué va a ser si no por lo
que les dije al principio: Añá pasa demasiado tiempo espiando lo que hacen los
demás en vez de preocuparse por sus cosas.
Versión de Gabriela
Chiocca
A pensar:
1)
¿Cuál es el problema de Añá?
2)
¿Qué diferencia hay entre la forma de trabajar
de Tupá y la de Añá? ¿Cuál de los dos tuvo mejor resultado? ¿Por qué?
3)
¿Por qué el animal que creó Añá no pudo volar?
4)
¿Cuál fue la función importante que cumplió el
cururú entre los guaraníes? ¿Por qué Añá nunca se enteró?
Para entender:
1)
Completá escribiendo las palabras que
caracterizan a Añá y a Tupá.
Laborioso- torpe- envidioso- delicado-atolondrado-
habilidoso
AÑÁ
|
TUPÁ
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|
2)
Completen con las palabras de la actividad
anterior.
·
Un par de palabras de significados similares (sinónimos)------------------------------
·
Un par de palabras de significados opuestos
(antónimos)-----------------------------
3)
Rodeen el significado de las siguientes palabras
Sigilo: curiosidad/ silencio
Engreído: soberbio/ imprudente
Mascullar: masticar/ murmurar
Haces de luz: rayos de luz/ luz intermitente.
4)
En sus carpetas, reescriban las siguientes
oraciones cambiando la palabra o la frase destacada por otro significado
similar. Realicen todos los cambios que consideren necesarios.
·
Tupá quería que esa nueva criatura fuera una
joyita entre sus creaciones.
·
Amasó al tuntún.
5)
Indiquen si las siguientes descripciones son
verdaderas o falsas. En caso de ser falsas, corrígelas.
·
Tupá era un dios muy holgazán, y Añá, muy
laborioso.
·
Añá tenía unas manos suaves y delicadas.
·
Añá era muy poco discreto, siempre espiaba a
Tupá.
6)
Numeren en orden los acontecimientos de la
leyenda.
·
La creación de Añá no vuela, sino que salta
porque es un sapo.
·
Añá quiere copiar a Tupá, entonces, comienza su
propia creación.
·
Tupá comienza la creación de un nuevo animal, el
mainumbí.
·
Añá espía a Tupá desde un árbol.
·
Añá no puede ver lo importante de la creación
del cururú porque siempre está espiando a los demás.
·
Tupá descansa luego de la creación de la tierra,
el agua, y el cielo.
chinge a su madre profe
ResponderBorrardgdgfhuydydyfydufufyhguruyrfgujehfjhgbhghvhvuhdhvhgurjhgjfjhhvghghghfvdhbbvbhd
BorrarMe cole jajsjsj no soy de esa escuela
ResponderBorrarpitojajajajajajajajajajajajajajajajajajajajapiiiitooooooooooooo jajajajajajajajajajajajajajajajaja
ResponderBorrarjajajajajajajajajaajjajajajaajajajajjaajajjaajajajajjaajajajajjaajajajajajajajjaajjaajajajajajajajajjaajaja cuuuuuulo
ResponderBorrartomas 4c putooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ResponderBorrarperdoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ResponderBorrarabcdefghijklñnopqsrtvwxyz
ResponderBorrarPutoo
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