miércoles, 22 de abril de 2020

Lectura de cuento policial- 7° grado


Tarea para el 22/4- 7° grado

Cuento policial :  El carbunclo azul

Leerán una parte de este cuento:

Presten atención y luego de leer, respondan ( copien las preguntas):  ¿Cuáles son los descubrimientos de Sherlock Holmes?¿En qué pistas se basó para llegar a sus conclusiones?¿Qué diferencias encuentran entre el detective y su ayudante?
¿Qué impresión les deja Holmes? ¿Sienten deseos de seguir leyendo el cuento hasta descubrir por qué lleva ese título?

 Se llama El carbunclo azul. ¿Saben qué significa esta palabra? Busquémosla en el diccionario.
carbunclo. (Del lat. carbunculus.) m. carbúnculo.
carbúnculo. (Del lat. carbunculus.) m. rubí.
rubí. (De rubín.) m. Mineral cristalizado, más duro que el acero, de color rojo y brillo intenso. Es una de las piedras preciosas de más estima, está compuesto de alúmina y magnesia, y es de color más o menos subido, por los óxidos metálicos que contiene. ( copien el significado de la palabra)


Un mandadero llamado Peterson presenció una escena callejera en la que un grupo de muchachos tuvo un altercado con un hombre que usaba un sombrero de fieltro y llevaba un ganso en la mano. En medio de la pelea el hombre perdió el sombrero y el ganso y el mandadero los recogió. Quiso devolverlos a su dueño pero no sabía quién era. Se los llevó al detective y vamos a ver entonces cómo actuó Holmes para poder identificar a ese hombre. Van a leer por parejas el fragmento. En cada pareja uno de ustedes leerá la parte de Watson (cuando relata y cuando habla) y el otro los parlamentos de Holmes. En la escena conversan Watson y Holmes. Es Watson quien inicia el diálogo.
—¿Y qué pistas tiene usted de su identidad? —Sólo lo que podemos deducir. —¿De su sombrero? —Exactamente. —Está usted de broma. ¿Qué se podría sacar de esa ruina de fieltro? —Aquí tiene mi lupa. Ya conoce usted mis métodos. ¿Qué puede deducir usted referente a la personalidad del hombre que llevaba esta prenda?
Tomé el pingajo en mis manos y le di un par de vueltas de mala gana. Era un vulgar sombrero negro de copa redonda, duro y muy gastado. El forro había sido de seda roja, pero ahora estaba casi completamente descolorido. No llevaba el nombre del fabricante, pero, tal como Holmes había dicho, tenía garabateadas en un costado las iniciales "H. B.". El ala tenía presillas para sujetar una goma elástica, pero faltaba ésta. Por lo demás, estaba agrietado, lleno de polvo y cubierto de manchas, aunque parecía que habían intentado disimular las partes descoloridas pintándolas con tinta.
G.C.B.A. / SED / D.G.Pl.
—No veo nada —dije, devolviéndoselo a mi amigo. —Al contrario, Watson, lo tiene todo a la vista. Pero no es capaz de razonar a partir de lo que ve. Es usted demasiado tímido a la hora de hacer deducciones. —Entonces, por favor, dígame qué deduce usted de este sombrero.
Lo cogió de mis manos y lo examinó con aquel aire introspectivo tan característico.
—Quizás podría haber resultado más sugerente —dijo—, pero aun así hay unas cuantas deducciones muy claras, y otras que presentan, por lo menos, un fuerte saldo de probabilidad. Por supuesto, salta a la vista que el propietario es un hombre de elevada inteligencia, y también que hace menos de tres años era bastante rico, aunque en la actualidad atraviesa malos momentos. Era un hombre previsor, pero ahora no lo es tanto, lo cual parece indicar una regresión moral que, unida a su declive económico, podría significar que sobre él actúa alguna influencia maligna, probablemente la bebida. Esto podría explicar también el hecho evidente de que su mujer ha dejado de amarle. —¡Pero... Holmes, por favor! —Sin embargo, aún conserva un cierto grado de amor propio —continuó, sin hacer caso de mis protestas—. Es un hombre que lleva una vida sedentaria, sale poco, se encuentra en muy mala forma física, de edad madura, y con el pelo gris, que se ha cortado hace pocos días y en el que se aplica fijador. Éstos son los datos más aparentes que se deducen de este sombrero. Además, dicho sea de paso, es sumamente improbable que tenga instalación de gas en su casa. —Se burla usted de mí, Holmes. —Ni muchos menos. ¿Es posible que aún ahora, cuando le acabo de dar los resultados, sea usted incapaz de ver cómo los he obtenido? —No cabe duda de que soy un estúpido, pero tengo que confesar que soy incapaz de seguirle. Por ejemplo: ¿de dónde saca que el hombre es inteligente?
A modo de respuesta, Holmes se encasquetó el sombrero en la cabeza. Le cubría por completo la frente y quedó apoyado en el puente de la nariz.
—Cuestión de capacidad cúbica —dijo—. Un hombre con un cerebro tan grande tiene que tener algo dentro. —¿Y su declive económico? —Este sombrero tiene tres años. Fue por entonces cuando salieron estas alas planas y curvadas por los bordes. Es un sombrero de la mejor calidad. Fíjese en la cinta de seda con remates y en la excelente calidad del forro. Si este hombre podía permitirse comprar un sombrero tan caro hace tres años, y desde entonces no ha comprado otro, es indudable que ha venido a menos. —Bueno, sí, desde luego eso está claro. ¿Y eso de que era previsor, y lo de la regresión moral?

Sherlock Holmes se echó a reír.
—Aquí está la precisión —dijo, señalando con el dedo la presilla para enganchar la goma sujetasombreros—. Ningún sombrero se vende con esto. El que nuestro hombre lo hiciera poner es señal de un cierto nivel de previsión, ya que se tomó la molestia de adoptar esta precaución contra el viento. Pero como vemos que desde entonces se le ha roto la goma y no se ha molestado en cambiarla, resulta evidente que ya no es tan previsor como antes, lo que demuestra claramente que su carácter se debilita. Por otra parte, ha procurado disimular algunas de las manchas pintándolas con tinta, señal de que no ha perdido por completo su amor propio. —Desde luego, es un razonamiento plausible. —Los otros detalles, lo de la edad madura, el cabello gris, el reciente corte de pelo y el fijador, se advierten examinando con atención la parte inferior del forro. La lupa revela una gran cantidad de puntas de cabello, limpiamente cortadas por la tijera del peluquero. Todos están pegajosos, y se nota un inconfundible olor a fijador. Este polvo, fíjese usted, no es el polvo gris y terroso de la calle, sino la pelusilla parda de las casas, lo cual demuestra que ha permanecido colgado dentro de casa la mayor parte del tiempo; y las manchas de sudor del interior son una prueba palpable de que el propietario transpira abundantemente y, por lo tanto, difícilmente puede encontrarse en buena forma física. —Pero lo de su mujer... dice usted que ha dejado de amarle. —Este sombrero no se ha cepillado en semanas. Cuando le vea a usted, querido Watson, con polvo de una semana acumulado en el sombrero, y su esposa le deje salir en semejante estado, también sospecharé que ha tenido la desgracia de perder el cariño de su mujer. —Pero podría tratarse de un soltero. —No, llevaba a casa el ganso como ofrenda de paz a su mujer. Recuerde la tarjeta atada a la pata del ave. —Tiene usted respuesta para todo. Pero ¿cómo demonios ha deducido que no hay instalación de gas en su casa? —Una mancha de sebo, e incluso dos, pueden caer por casualidad; pero cuando veo nada menos que cinco, creo que existen pocas dudas de que este individuo entra en frecuente contacto con sebo ardiendo; probablemente, sube las escaleras cada noche con el sombrero en una mano y un candil goteante en la otra. En cualquier caso, un aplique de gas no produce manchas de sebo. ¿Está usted satisfecho?
                                                                               Arthur Conan Doyle

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